lunes, 15 de junio de 2009

Entrevista a Leopoldo Maria Panero

"Soy Leopoldo María Panero. Llevo seis años en el infernal manicomio de Mondragon, seis años sin compañía porque con los locos no se puede hablar de nada más que de potorros y de cipotes. Son todos una pandilla de follaburras asquerosos, porque yo creía que eran una pandilla de angelitos porque había sufrido mucho, sobre todo los crónicos. Pero precisamente porque han sufrido mucho son los mayores hijos de la gran perra que me he encontrado"




"El loco yerra, pero no miente. Además, tiene la perniciosa manía de decir la verdad, y le darán la razón pero no todos. La locura, en realidad, no existe. ."





- ¿Quién es Leopoldo María Panero?

- No sé. Me conozco a mí mismo y me parezco a Francis Scott Fitzgerald; eso es todo. Cuando nadie puede hablar de su vida, saber quién es, la existencia sencillamente se hace infructuosa.
- ¿Cuándo fue la primera vez que estuviste internado en una clínica psiquiátrica?- En Barcelona, por un intento de suicidio que tuve. Allí leí el libro de un psiquiatra católico, un tal Baruch. Fue el primero que abogó en contra de la aplicación del electroshock. Hablaba en pro de un apoyo moral al enfermo, en lugar de tanto rollo con el psicoanálisis. Y como decía Eurípides: “La idea es perderse, si no te vuelven loco”.
- Tú dijiste que las clínicas psiquiátricas son sistemas carcelarios, porque al paciente lo estarían interrogando constantemente…- Está “en el eterno derecho de la no posible apelación”, como diría Foucault. Los psiquiatras son como los detectives. Su interrogatorio utiliza las mismas técnicas que el policial; el psiquiatra piensa, infaliblemente, que su víctima miente.
- ¿Qué piensas de la esquizofrenia?- El rechinar de la mandíbula del llamado esquizofrénico –como lo señalé en el prólogo a mi libro de poemas Teoría del miedo, el año 2001– y su risa inexplicable son actos ‘canibálicos’ como el poema quisiera ser: un acto ‘canibálico’; un intervalo en la desesperación, como un porro que suspende la vida.
Todo sobre el pecado
- En 1992 publicaste el poemario Piedra negra o del temblar. Allí hay un poema titulado Yo, Francois Villon, que es una adaptación del texto escrito por el bardo francés del siglo XVI. ¿Lo recuerdas?- Recuerdo parte del texto: “Yo, Francois Villon, a los cincuenta y un años / gordo y corpulento, de labios color ceniza / y mejillas que el vino amoratara, / a una cuerda ahorcado / lo sé todo acerca del pecado”. En España es el poema más sacrílego de todos los tiempos. Hay que ser el anticristo y el demonio para que no se lo carguen a uno en ese país de nazis.
- ¿Crees en la inspiración o en la matemática del verso?- Creo en la matemática del verso. Esto me recuerda las siguientes líneas de Mallarmé: “Porque yo instalo con la ciencia / el himno de los coros espirituales”. Entonces, la literatura es un trabajo y se nutre de la lectura, no de la inspiración. Yo escribo poesía técnicamente. Aquí va un ejemplo: “Soy un excremento de tus pies corocos y tal…”. En fin, el poema es la prueba de mi existencia.
- ¿Qué estás escribiendo ahora?Un libro con Félix Caballero; un cadáver exquisito.
- ¿Qué poetas españoles de tu generación te gustan?- Félix de Azúa, Antonio Colinas y Pere Gimferrer. Luis Antonio de Villena junto a Eduardo Calvo, Luis Alberto Cuenca y Ramón Mayrata fueron las caras visibles de El espejo del amor y la muerte (1971), antología compilada por Antonio Prieto y prologada por Vicente Aleixandre. Ese volumen no es más que un espejo bizarro de los Nueve novísimos (1970), de José María Castellet. En la recopilación de 1971 está Villena. Él no me gusta porque es el Pere Gimferrer bizarro. Además, criticó duramente mi último libro, centrándose en la persona y no en el poema. Sin embargo, debo reconocer que hace tiempo que no leo a mis contemporáneos.
- En una entrevista que concediste a Babelia, suplemento del diario El País, en el año 2001, dijiste: “Estoy harto de ser Leopoldo María Panero”. ¿Por qué?- Es verdad. Estoy de mí hasta el puto culo. Está escrito que voy a suicidarme algún día, pero no por ahora. Richard Castell escribió en su “Oda al psiquiátrico”: “Hay que interrogarse como en un secuestro de alienados”.
- ¿Qué es la muerte para ti?Un estado de conciencia. Cuando murió mi madre la traté de resucitar con respiración boca a boca, que es una resurrección hindú. Fue muy doloroso.
- ¿Qué nos puedes decir de tu padre?Mi madre decía que si se hubiera enterado de que yo era miembro del partido revolucionario trotskista y además marica, me habría echado de la casa. Leopoldo Panero murió cuando yo tenía 14 años. Recuerdo parte de su epitafio: “Amó mucho / y bebió mucho y ahora, / vendados sus ojos, / espera la resurrección de la carne / aquí, bajo esta piedra”.
- ¿Qué recuerdos te llevas de Chile?La vida de Panero y los muchos amigos que he hecho aquí. Es la primera vez que cruzo el charco.
- ¿Te gustaría recibir el Premio Nobel de Literatura?Por poco lo recibo este año. Siempre lo estoy esperando, como Jorge Luis Borges. Cuando lo gane, iré a Estocolmo y de ahí a París, a emborracharme al Café Flore donde se embriagaba Oscar Wilde.




Añadimos ahora un fragmento de la última entrevista que se publicó de Roberto Bolaño en la que hace referencia a los fans de Leopoldo Maraia Panero.

¿Ha tenido miedo alguna vez de sus fans?
–He tenido miedo de los fans de Leopoldo María Panero, el cual, por otra parte, me parece uno de los tres mejores poetas vivos de España. En Pamplona, durante un ciclo organizado por Jesús Ferrero, Panero cerraba el ciclo y a medida que se aproximaba el día de su lectura la ciudad o el barrio donde estaba nuestro hotel se fue llenando de freaks que parecían recién escapados de un manicomio, que, por otra parte, es el mejor público al que puede aspirar cualquier poeta. El problema es que algunos no sólo parecían locos sino también asesinos y Ferrero y yo temimos que alguien, en algún momento, se levantara y dijera: yo maté a Leopoldo María Panero y después le descerrajara cuatro balazos en la cabeza al poeta, y ya de paso, uno a Ferrero y el otro a mí.

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