Extraños Ritos Funerarios...
Entre Julio y Septiembre, en el periodo de secas, algunos pueblos de Madagascar, una isla que está frente a Africa, cada siete años celebran unos extraños ritos funerarios. Estos consisten en desenterrar a los muertos para darles una limpiada, y después celebran la fiesta Famadilhani -el retorno de los muertos-, que dura de dos a tres días. Así, según las creencias de sus habitantes, ganan el aprecio de sus espíritus para que les vaya bien en el mundo de los vivos... Esto si que es de Enterarse y Sorprenderse!
MUERTOS HUMEDOS
Madana, localizada a unas 18 millas de la capital de Tananarivo, es uno de esos pueblos que celebra estos extraños ritos. Los nuevos fallecidos son enterrados fuera del mausuleo general de cada familia o clan. Según cree la gente del pueblo son “muertos húmedos”, que andan errantes y son nefastos para los vivos, pero ya que se transforman en huesos, se convierten en benefactores de sus familiares vivos. Entonces se les saca, se les limpia, les ponen nuevos sudarios y son trasladados al mausuleo donde están todos sus ancestros.
Un caso especial
La fecha de los siete años coincidió con que habían enterrado a un niño, 11 meses antes. Los parientes se reunieron alrededor de su tumba temporal. Uno de ellos, un viejo tío del niño, pateó su tumba tres veces, paseó sobre el sitio un vaso con aguardiente. Lo vacío encima y gritó: “¿Me oyes? Ya no tienes derecho a seguir errando. Somos adultos y tú un niño. ¡Tienes que obedecernos! Tu espíritu deberá estar aquí mañana, porque vendremos a buscarte”. Con estas palabras le avisan al muerto y a su familia, que al otro día lo trasladarán al mausuleo donde están guardados todos sus ancestros. Pero si el espíritu del niño no quiere entrar a su nueva tumba, enterrarán sólo sus huesos.
“¡Hasta mañana!”, exclama el tío y todos se van. Al otro día, él y un centenar de parientes, regresan. El padre del niño, desentierra el ataúd mohoso. Entonces la gente comienza a bailar alrededor de la tumba abierta y el padre, con el ataúd en los hombres, también baila. La madre se tira al suelo dando alaridos: “¿Por qué te fuiste, hijo mío, ¡Ay, ay, ay!” El tío saca los restos de la caja y los envuelve en un nuevo sudario. Sonriendo, alza el cadáver sobre la cabeza y baila unos pasos. La gente lo secunda. Después va en procesión a la casa de los padres, que es una choza de un solo cuarto. Dentro, se apretujan y sostienen el cuerpo, envuelto en un petate.
Afuera de la choza, la multitud baila al son de trompetas y clarinetes, una música mezcla de africana con Indonesia. Porque los habitantes descienden de los marinos indonesios de la isla de Borneo, que llegaron a la isla por el año 1,500 y de negros bantúes provenientes de la cercana Africa.
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En el gran mausuleo de cada familia, que está en el panteón del pueblo, los huesos de los primeros antepasados yacen al este, en estantes. En el lado norte están los más respetados, los que fueron ricos, al sur están los pobres, los sometidos, los que fueron esclavos, y hasta los malvados brujos. Al oeste no hay nadie, es la entrada, porque para los muertos “no se pone nunca el sol”. Como parte de sus tradiciones, los habitantes desde que se casan, hacen la compra de lo que será su primer sudario, y lo guardan con gran respeto y cariño, ya que éste será en el que se pudrirán y pasarán de “lo húmedo” a lo “seco”...
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