Las canciones de Woody Guthrie cambiaron la vida y la obra de Bob Dylan y muy probablemente cambiaron también la historia de la música popular. Antes de conocer a Woody, Bob apenas si era un cantante de rockabilly de pueblo. Después de Woody, Dylan se convirtió en uno de los grandes poetas del siglo XX, y en el hombre que convirtió el rock and roll en un género revolucionario, pletórico de calado literario y humano. Woody fue un tipo duro. Trovador y dicen que hasta comunista, aunque no fuera nunca un hombre de partido y menos de carnet. Su vida, dura, desgarrada, asilvestrada y valiente, no fue un camino de rosas, y dejó constancia de buena parte de ella en un libro de memorias, «Bound for glory», que afortunadamente se publica (65 años después de su edición original) en castellano por Global Rhythm Press, bajo el título de “Rumbo a la gloria”.Woody no la conoció, a la gloria, se entiende. Mayormente porque nunca dio ni su brazo ni su guitarra a torcer. Artísticamente, jamás hizo una concesión. Antes que pasar por el aro de las discográficas y las emisoras de radio, Guthrie, nacido pobre hasta las cachas en Oklahoma, en 1912, prefirió vivir la mayoría de su vida al lado de la gente a la que cantaba: desheredados de todas las raleas, ex presidiarios, trabajadores petrolíferos, temporeros de la fruta californiana, vagabundos, putas, tahúres, y todos los pobres de solemnidad zarandeados por la Gran Depresión, tan mala perra como la crisis de ahora.
Un testimonio desgarrador y salvaje, poético y profético de la América pobre, echada a la cuneta de las carreteras de su país y de las avenidas de la HistoriaUn torrente de culturaAunque, entonces, los camaradas de Woody tenían sus soluciones: “Preguntadle a Jesús por qué hay dos mil personas viviendo en este campamento como bestias salvajes. ¿Sabéis lo que os respondería Jesús? Os diría: vamos a trabajar juntos, a construir cosas juntos, a reparar las cosas viejas juntos, a limpiar la vieja escoria juntos, y a compartir la propiedad de todo. Seguro que le atribuirán un mal “ismo”, pero a Jesús no le importa si lo llamas socialismo o comunismo, o simplemente tú y yo”.
Estas memorias son un torrente y son también el río que transporta muchas de las esencias de lo que ha sido la cultura popular norteamericana. Los tipos que en sus páginas aparecen son en muchos casos clones del Tom Joad de «Las uvas de la ira», de Steinbeck. Gente que vive apoyada en el hombro del compañero, gente a la que le cuesta sangre, sudor y lágrimas encontrar un trabajo, mantener dignamente a su familia. Un libro, una canciónEn «Rumbo a la gloria», apenas si se habla de música. Pero todo el libro es una canción, porque aquí están los paisajes y los personajes que luego Woody incorporó a las cerca de diez mil piezas que cantó y escribió. Un testimonio desgarrador y salvaje, poético y profético de la América pobre, echada a la cuneta de las carreteras de su país y de las avenidas de la Historia.Woody le puso música a este valle de lágrimas por el que deambulaban sus compatriotras desheredados. Sobre la caja de su guitarra, un buen día Guthrie estampó una leyenda: «Esta máquina mata fascistas». Woody era hombre de paz, pero les cantó las cuarenta a poderorosos, esquiroles, pelotas y matones. Porque Woody vivió su vida y escribió sus canciones al pie de las barricadas. «Tocaba la guitarra y cantaba las canciones y baladas más largas, antiguas y tristes que conocía; ladeaba la cabeza , sonreía y daba las gracias cada vez que alguien arroajaba un centavo o una moneda de cinco en mi cajetilla de cigarros».
Un testimonio desgarrador y salvaje, poético y profético de la América pobre, echada a la cuneta de las carreteras de su país y de las avenidas de la HistoriaUn torrente de culturaAunque, entonces, los camaradas de Woody tenían sus soluciones: “Preguntadle a Jesús por qué hay dos mil personas viviendo en este campamento como bestias salvajes. ¿Sabéis lo que os respondería Jesús? Os diría: vamos a trabajar juntos, a construir cosas juntos, a reparar las cosas viejas juntos, a limpiar la vieja escoria juntos, y a compartir la propiedad de todo. Seguro que le atribuirán un mal “ismo”, pero a Jesús no le importa si lo llamas socialismo o comunismo, o simplemente tú y yo”.
Estas memorias son un torrente y son también el río que transporta muchas de las esencias de lo que ha sido la cultura popular norteamericana. Los tipos que en sus páginas aparecen son en muchos casos clones del Tom Joad de «Las uvas de la ira», de Steinbeck. Gente que vive apoyada en el hombro del compañero, gente a la que le cuesta sangre, sudor y lágrimas encontrar un trabajo, mantener dignamente a su familia. Un libro, una canciónEn «Rumbo a la gloria», apenas si se habla de música. Pero todo el libro es una canción, porque aquí están los paisajes y los personajes que luego Woody incorporó a las cerca de diez mil piezas que cantó y escribió. Un testimonio desgarrador y salvaje, poético y profético de la América pobre, echada a la cuneta de las carreteras de su país y de las avenidas de la Historia.Woody le puso música a este valle de lágrimas por el que deambulaban sus compatriotras desheredados. Sobre la caja de su guitarra, un buen día Guthrie estampó una leyenda: «Esta máquina mata fascistas». Woody era hombre de paz, pero les cantó las cuarenta a poderorosos, esquiroles, pelotas y matones. Porque Woody vivió su vida y escribió sus canciones al pie de las barricadas. «Tocaba la guitarra y cantaba las canciones y baladas más largas, antiguas y tristes que conocía; ladeaba la cabeza , sonreía y daba las gracias cada vez que alguien arroajaba un centavo o una moneda de cinco en mi cajetilla de cigarros».
fuente abc.es
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