La historia del gran maestro piropeador
Fernando Albiero Era un piropeador profesional, el primero en toda la historia de Córdoba. ¿Cuántas veces habremos escuchado a nuestras abuelas recodar los famosos piropos de Jardín Florido? Vestido de frac, con galera y fino bastón, o de punta en blanco en verano, les decía a las mujeres que pasaban por la calle frases como éstas: “En el mar de sus ojos, señora, ¿quién podrá salvarme?” o “Nada mejor puede suceder en esta esquina: la lluvia y usted”. Nacido Fernando Albiero Bertapelle, de origen italiano, antes de ser Jardín hizo de todo: fue mozo, litógrafo, mayordomo, procurador judicial, gestor y encargado del Crisol Club, adonde se congregaba la alta sociedad cordobesa. Se dice que había ganado la lotería dos veces y que, con esa pequeña fortuna, adquirió el Packard, del mismo modelo y color que el que manejaba Gardel. Y que su sueño se convirtió en su desgracia, el día que atropelló a dos jóvenes y que las costas del juicio le llevaron todos sus bienes. Lo cierto es que Jardín Florido será recordado siempre como uno de los personajes entrañables de nuestra ciudad. Murió en la pobreza el 9 (para algunos el 10) de julio de 1968. Y, con él, un estilo del amor cortés.
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