jueves, 2 de julio de 2009

Grandes mujeres de la historia


Julia Pastrana:

Ariel MastandreaJulia Pastrana nació en México en 1834. Los primeros científicos en auscultarla coincidieron en que su origen sólo podía ser resultado del doloroso encuentro entre un mono y un humano. Hirsuta de los pies a la cabeza, con especial abundancia de pelaje en la espalda que iba aumentando conforme llegaba al coxis, tenía un defecto congénito de la mandíbula, encías protuberantes plenas de excrecencias y doble fila de dientes, como un escualo. En ese contexto,
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que fuera uniceja, que tuviera bigote, patillas, barba y pelo hasta en sus manos, sólo eran otras tantas graciosas marcas de nacimiento.
Inicialmente empleada como criada en el hogar de una autoridad mexicana, aprendió hasta la perfección las labores domésticas. Según las crónicas era “modesta, servicial y limpia sin pretensiones”. En la doble condición de mujer y mono que la sociedad de entonces le reconocía, esto no podía ser sino una excelencia. Pero un “destino tirano” la llevó a los 20 años al mundo del entretenimiento, eufemismo para lo que constituía el inicio de una carrera como fenómeno profesional de circo. Presentada como “el híbrido maravilloso o la Mujer Oso” llegó en exhibición a Estados Unidos en 1854. Fue ocasión para que el médico neoyorquino Alexander B Mott opinara: “Es uno de los más extraordinarios seres de los tiempos recientes, un híbrido entre humano y orangután”.
Entre la justificada curiosidad científica, acaso sólo un hombre la vio como algo más. Su nombre era Theodore Lent, empresario artístico, hombre en edad de casarse y vergüenza modélica del género.
Respetuoso de los tratados que abolían la compra y venta de seres humanos, Lent se adaptó al segundo escenario lo más cercano posible a sus intenciones: el matrimonio.
Se casó con Julia Pastrana en 1854. Además de las funciones masivas para el público lego, Lent se cuidaba de apelar a bolsillos más educados, organizando sendas tertulias con su peluda cónyuge en persona, como tema de conversación.
Entre otros notables, el capitalista y cirquero P T Barnum también pudo ver a la Pastrana. Su comentario fue breve, circunspecto y la historia lo registró: “This is too much for the circus”.
En 1859, estando de gira en Moscú, Julia Pastrana descubrió que estaba embarazada.
El 20 de marzo de 1860 vino al mundo por apenas 35 horas de vida su único hijo, varón, muy parecido a su madre y natural del signo de Piscis. Lent dejó a su hijo en manos de un taxidermista. Julia murió al quinto día del parto. Fueron las 120 últimas horas para esta mujer cansada de las vergüenzas del mundo, y nada ociosas para su marido, pues Lent vendió entradas para presenciar su agonía.
Luego de la muerte de su mujer y su hijo, los momificó y los vendió a la Universidad de Moscú.
Al poco tiempo se enteró de que la universidad estaba haciendo negocio por el concepto de visitas públicas “científicas” a las momias. Presentando el certificado de matrimonio reclamó a su familia embalsamada, e ingeniosamente los acomodó en una plataforma: Julia de corsé y vestida como danzarina rusa, volados de tafetán con motivos búlgaros y el pequeño clavado por los pies sobre un pedestal luciendo un traje de marinerito.
En 1864, estando de gira con su finada familia por Suecia, Lent escuchó hablar de un museo de curiosidades local donde presentaban a una mujer barbuda. Lent se aproximó a ella, jurando que no lo hacía por razones comerciales, pero no pudo con su ánimo.
Al fin y al cabo era un hombre enamorado de mujeres excepcionales.
Poco después solicitaba en matrimonio a la barbuda. Luego de la boda le escondió los enseres de afeitar y empezó a exhibir a su nueva esposa como la hermana escondida de Julia Pastrana. Monógamo, cedió en alquiler las momias de su ex mujer y su hijo.
En 1880 Lent se volvió loco. Murió en un asilo pocos años después. La señora Lent reclamó las momias como legítima herencia conyugal, pero para venderlas inmediatamente. Luego se afeitó, se casó con un muchacho 20 años menor que ella, y desapareció del mapa.
Las momias de Julia Pastrana y su hijo siguieron cambiando de manos hasta bien entrado el siglo XX. En 1973 el obispo de Oslo canceló su exhibición en Noruega y quiso darles cristiana sepultura. ¿Quieren enterrar momias? ¡Empiecen por las de Egipto!, declaró el empresario que por entonces las tenía. Las momias fueron robadas en 1976. A ella le quitaron el vestido y le rompieron un brazo. Al niño le quebraron la quijada. En un segundo robo el pequeño fue abandonado en un basural, donde se lo comieron las ratas.
La momia de Julia Pastrana fue vista por última vez en 1990 en el sótano del Instituto Forense de Medicina del Rikshospitalet de Oslo. Le faltaba un brazo. Theodore Lent, su esposo, arde en el infierno desde hace más de 120 años, porque -según dicen los que aman ciertas proporciones de la vergüenza- sobra leña en ese lugar para hacer justicia, aunque más no sea en la memoria de los pueblos.

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