martes, 5 de mayo de 2009

un poema


DYLAN THOMAS










y la muerte no tendrá señorio








Y la muerte no tendrá señorío


Desnudos los muertos se habrán confundido


con el hombre del viento y la luna poniente


cuando sus huesos estén roídos y sean polvo los limpios


tendrán estrellas a sus codos y a sus pies;


aunque se vuelvan locos serán cuerdos,


aunque se hundan en el mar saldrán de nuevo


aunque los amantes se pierdan quedará el amor


y la muerte no tendrá señorío





Y la muerte no tendrá señorío


Bajo las ondulaciones del mar


los que yacen tendidos no moriran aterrados


retorciéndose en el potro cuando los nervios ceden


amarrados a una rueda, aún no se romperán


la fe en sus manos se partirá en dos


y los penetrarán los daños unicornes


rotos todos los cabos ya no crujirán más


y la muerte no tendrá señorío





Y la muerte no tendrá señorío


Aunque las gaviotas no griten más en su oído


ni las olas estallen ruidosas en las costas


aunque no broten flores donde antes brotaron ni levanten


ya más la cabeza al golpe de la lluvia


aunque estén locos y muertos como clavos


las cabezas de los cadaveres martillearan margaritas


estallarán al sol hasta que el sol estalle


y la muerte no tendrá señorío.

















No entres docilmente en esa buena noche





No entres dócilmente en esa buena noche


Que al final del día debería la vejez arder y delirar


Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz





Aunque los sabios entienden al final que la oscuridad es lo correcto


Como a su verbo ningún rayo ha confiado vigor


No entran dócilmente en esa buena noche





Y los locos, que al sol cogieron al vuelo en sus cantares


Y advierten, demasiado tarde, la ofensa que le hacían


No entran dócilmente en esa buena noche.





Y los hombres graves, que cerca de la muerte con la vista que se apaga


Ven que esos ojos ciegos pudieron brillar como meteoros y ser alegres


Se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz





Y tú, padre mio, allá en tu cima triste,


Maldíceme o bendíceme con tus fieras lágrimas, lo ruego


No entres dócilmente en esa buena noche.


Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz

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