Muere en París, chileno considerado ''el hombre más feo del mundo''
A los 82 años murió en París Daniel Emilfork Berenstein, el comediante francés por adopción que nació en San Felipe, Chile el 7 de abril de 1924. Sus padres de ascendencia judía llegaron a nuestro país provenientes de Odessa, ciudad ucraniana de la que huyeron a causa de un disturbio.
No es mucho lo que se puede encontrar sobre su vida en nuestro país de no ser por algunas anécdotas que él mismo contó y algunas historias más bien sórdidas que ha develado Alejandro Jodorowsky en relación a la homosexualidad del actor.
En 1949, a los 25 años, Emilfork llegó a Francia, se inscribió en los cursos de interpretación teatral de Tania Balachova y allí encontró a sus compañeros, Delphine Seyring, Michael Lonsdale, Claude Régy y Antoine Vitez. Su particular aspecto físico determinó que en el cine protagonizará generalmente papeles de malvado, sin embargo en su carrera teatral este no fue impedimento para que interpretara una variada gama de roles.
Actuó en obras de Lorca, Chejov, Shakespeare, Dostoievski, Beckett y otros bajo la dirección de Claude Régy, Sacha, Pitoëff y Luchino Visconti e hizo de hombre-libélula en Casanova, la película de Fellini. Fue Krank, el viejo siniestro que les robaba los sueños a los niños en La ciudad de los niños perdidos, el filme de Caro y Jeunet que escribieron este rol pensando en él y fue Hendrik en la película Piratas de Roman Polanski. En la televisión francesa participó además en varias series televisivas compartiendo el escenario con Gerard Depardieu entre otros.
Emilfork, apodado "Flaco" por sus amigos, a pesar de su condición homosexual contrajo matrimonio en 1951 con la también actriz Denise Péron con la que tuvo una hija, Stéphanie Loik, directora de teatro y comediante como sus progenitores.
Daniel, que se apodaba asimismo como " la vieja gárgola", vivió sus últimos años en dos pequeñas habitaciones casi sin amoblar al pie del Sagrado Corazón. Tenía 82 años y su apariencia era cada día más frágil.
En julio del 2005 se declaró agotado, pero conversando con el diseñador Jacques Tardi, que lo entrevistó para Telérama pareció recuperar energías e incluso a ratos se permitió responder con ironía.
"Escogí Francia por pasión. En Chile, pertenecía a una pequeña camarilla de amigos muy francófilos y muy radicales. Para nosotros, el mundo se dividía en dos categorías, las mierdas y las submierdas. Las mierdas habían leído a Proust, las submierdas, no. Quería vivir en el país de Proust. Era ingenuo. Pero en seguida me sentí muy bien aquí", dijo.
En una oportunidad un personaje de la televisión lo invitó a participar en un programa que trataría sobre los hombres feos que había hecho una carrera exitosa. Daniel lo consideró un insulto, pues según explicó la gente ignoraba que el era una copia de los judíos de Etiopía. "Si usted nos pone uno al lado de otro -le señaló a su entrevistador- nosotros tenemos el mismo perfil. Estoy bastante orgulloso de pensar que desciendo así de la reina de Saba".
Daniel Emilfork fue también el inspirador de Felipe Tongoy, personaje de la premiada novela El Mal de Montano del catalán Enrique Vilas Matas al que conoció personalmente recién el año 2005 y a quien le entregó la clave para comprender sus razones para alejarse definitivamente de Chile.
Pues, según narró luego el escritor, Emilfork recordaba el día en que, siendo aún muy niño, una amiga de su madre le dio a entender que él era un vampiro. "¿Soy feo, mamá?", le había preguntado poco después el pequeño Daniel a su madre. "Sólo en Chile", le había contestado ésta.
Sin duda, una razón de peso para marcharse a un lugar donde su aspecto físico no fuese tan mal considerado.
Enrrique vila Matas nos habla también de su muerte en este articulo publicado en el pais
Daniel Emilfork ha muerto. "Murió de vejez y de soledad", me ha escrito su amiga Valérie Lang al anunciarme hoy su muerte. Actor francés de origen chileno, fue intérprete en películas de Polansky, Fellini y muchos otros, y también un gran actor shakesperiano. Se decía de él que era "el hombre más feo del mundo", y la verdad es que este actor de una bondad infinita había hecho merecimientos para parecerlo, pero sus padres eran judíos de Ucrania que a su vez procedían de Etiopía, donde el concepto de belleza seguro que es distinto.
Fue un gran actor en tiempo de prodigios. Supe de su existencia hace años, a mi regreso de una fiesta celebrada al lado del Roland Bar, tras un fin de siglo y de milenio en Valparaíso. En el avión de vuelta, leí una entrevista con aquel chileno parisino o chileno "emparisado" (que diría Jorge Edwards), y sus declaraciones me inspiraron el personaje de una novela que estaba entonces escribiendo. Surgió de allí el personaje de Tongoy, "el hombre más feo del mundo". Contaba Emilfork en aquella entrevista que, siendo aún muy niño, una amiga de su madre le dio a entender que él era muy feo y un perfecto vampirito. "¿Soy feo, mamá?", le preguntó a su madre, ya en casa, el pequeño Emilfork, muy preocupado. "Sólo en Chile", le respondió su madre.
Por mediación de la actriz Valérie Lang, le visité una tarde de invierno del año pasado en París. Resultó ser un personaje de gran elegancia moral. Al atardecer, en la austera casa de Montmartre, nadie quería encender las lámparas. Pasamos a hablar en voz cada vez más baja a medida que la luz se iba, como si estuviéramos en un cuento de Felisberto Hernández. Y todo eso creó un clima de bella felicidad en el que flotaba la voz personalísima de Emilfork. Yo de allí me fui tropezando con los muebles.
Ya de regreso al hotel, sentí que había vuelto a inventar a Tongoy y que ya para siempre sería el hombre de la casa de Montmartre en la que no se encendían las lámparas. Caí rendido de sueño y, en plena noche, oí susurrar algo que ya le había oído decir a Emilfork en su casa: "Nunca fui el más feo del mundo, sino un judío de Etiopía en la oscuridad de Odessa". Lo recuerdo muy bien porque hubo una extraña mezcla de amabilidad y de terror en la voz inesperada del gran Emilfork en mitad de la noche.
Fue un gran actor en tiempo de prodigios. Supe de su existencia hace años, a mi regreso de una fiesta celebrada al lado del Roland Bar, tras un fin de siglo y de milenio en Valparaíso. En el avión de vuelta, leí una entrevista con aquel chileno parisino o chileno "emparisado" (que diría Jorge Edwards), y sus declaraciones me inspiraron el personaje de una novela que estaba entonces escribiendo. Surgió de allí el personaje de Tongoy, "el hombre más feo del mundo". Contaba Emilfork en aquella entrevista que, siendo aún muy niño, una amiga de su madre le dio a entender que él era muy feo y un perfecto vampirito. "¿Soy feo, mamá?", le preguntó a su madre, ya en casa, el pequeño Emilfork, muy preocupado. "Sólo en Chile", le respondió su madre.
Por mediación de la actriz Valérie Lang, le visité una tarde de invierno del año pasado en París. Resultó ser un personaje de gran elegancia moral. Al atardecer, en la austera casa de Montmartre, nadie quería encender las lámparas. Pasamos a hablar en voz cada vez más baja a medida que la luz se iba, como si estuviéramos en un cuento de Felisberto Hernández. Y todo eso creó un clima de bella felicidad en el que flotaba la voz personalísima de Emilfork. Yo de allí me fui tropezando con los muebles.
Ya de regreso al hotel, sentí que había vuelto a inventar a Tongoy y que ya para siempre sería el hombre de la casa de Montmartre en la que no se encendían las lámparas. Caí rendido de sueño y, en plena noche, oí susurrar algo que ya le había oído decir a Emilfork en su casa: "Nunca fui el más feo del mundo, sino un judío de Etiopía en la oscuridad de Odessa". Lo recuerdo muy bien porque hubo una extraña mezcla de amabilidad y de terror en la voz inesperada del gran Emilfork en mitad de la noche.
Gran actor de belleza singular...rip
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